Recordando a ELMER: Un Tributo Especial

Escrito por , el 31 agosto 2014 | Publicado en Otros

También puedes leer la versión internacional de este artículo: REMEMBERING ELMER: A Special Tribute

Randall D. Larson
Daniel Tarrab
Edwin Wendler 
Lisandro Rodríguez
Germán Barón
Felipe Múgica
Octavio López
Jorge Godoy
Antonio Miranda
Ignacio Garrido
José Barrera
Alfonso Conde
Óscar Salazar
Rubén Franco

 


Randall D. Larson

Durante sus cincuenta años de carrera en Hollywood, Elmer Bernstein fue el responsable de múltiples hitos musicales. Introdujo el Jazz en la música de cine con El hombre del brazo de oro (1955) y con Chantaje en Broadway (1957). Incluso hizo creíbles las partituras de bajo presupuesto más risibles –entre sus primeras composiciones se encuentran las de Robot Monster (1953) y Las mujeres gato de la luna (1953), ambas consideradas como dos de la peores películas de ciencia ficción de todos los tiempos. Pero su música fue significativa. Entrevisté a Elmer por teléfono en 1984 y le pregunté por sus recuerdos sobre ellas. “Se trató de películas importantes para mí, experimentalmente. De manera harto curiosa, en la época en la que las compuse –y parece difícil darse cuenta de ello ahora- la electrónica en la música de cine era algo virtualmente desconocido. El uso de la electrónica y el modo en que puse música a esas películas tuvo un gran efecto.” Le divertía componer ciencia ficción, algo lleno de posibilidades musicales. “Son como vacaciones para un compositor, porque te ofrece un abanico enorme de posibilidades con el que poder experimentar.”

Elmer Bernstein prácticamente dio forma a la música Western con su inolvidable partitura para Los siete magníficos (1960) y docenas de otras películas que vendrían a continuación. En 1962, Matar a un ruiseñor (una de las partituras más tranquilas y conmovedoras) se impregnaba suavemente de la música Americana y de una emoción íntima. Compuso la clásica, y frecuentemente citada, aventura de acción La gran evasión en 1962, tras haber electrizado anteriormente el género bíblico épico con su asombrosa partitura para Los diez mandamientos (1956) de Cecil B. DeMille.

La banda sonora ampliamente melódica de la antología de animación de 1981, Heavy Metal, ofrecía una composición musical exuberante que prácticamente ignoraba los temas de rock duro incorporados en la película. Un hombre lobo americano en Londres (1981) reflejaba la belleza brumosa de la campiña inglesa –una de las varias partituras que Bernstein compondría para John Landis, la mayoría de las cuales contenía escasa música entre los temas de rock insertados en el film de manera preponderante. Cazafantasmas (1984) ofreció a Elmer la oportunidad de componer música suntuosamente magnífica para los devastadores fantasmas y para los amenazantes demonios.

Entre sus obras favoritas de su carrera posterior, según me dijo durante esa entrevista en 1984, se encontraba la eminentemente sensible composición para la película alemana Marie Ward, estrenada en 1985.

Bernstein era también un acérrimo defensor de la música de cine, creando La Colección de Música de Cine Elmer Bernstein en los 70 para preservar en LP partituras destacadas. Su última gran película fue el drama de 2002 de Todd Haynes Lejos del cielo, una lujosa evocación de los melodramas de los años 50, por la que el compositor recibió su decimocuarta nominación al premio de la Academia.

Tuve el honor de conocer a Elmer Bernstein en un concierto benéfico de la Film Music Society en 1996. Me saludó afectuosamente y comentó que recordaba con aprecio nuestra entrevista telefónica de hacía doce años. Su tranquilo comportamiento parecía contraer la poderosa fuerza de su música llena de energía, sin embargo correspondía con la apacible y atenta sensibilidad de Matar a un ruiseñor y Marie Ward. Su música permanece legendaria y, pese a que señalamos este año como el décimo aniversario de su fallecimiento, vive en los corazones y en las intensas emociones de todos aquellos que la escuchan.

Randall D. Larson escribe habitualmente en diversos medios sobre bandas sonoras, entre los que destaca BuySoundtrax (BSX). Más sobre Randall en la web de IFMCA de la que es miembro.


Daniel Tarrab

¿Sería posible imaginar la música de cine sin pensar en Elmer Bernstein? ¡Definitivamente no! Elmer Bernstein se ubica junto a aquellos imprescindibles: Bernard Herrmann, Ennio Morricone, Nino Rota y el siempre vigente John Williams. Por supuesto, la lista es más larga e inevitablemente debo omitir algunos.

El Maestro Bernstein escribió la música de más doscientos films… Antes de que yo viniera a este mundo, Bernstein ya estaba escribiendo genialidades. Los diez mandamientos (1956) o El hombre del brazo de oro, La edad de la inocencia, Lejos del cielo, La gran evasión, Los siete magníficos, Matar a un ruiseñor…

Se ganó todos los premios posibles: Oscars, Golden Globes, Emmys, Grammys, Tonys. Sin duda obtuvo todo el reconocimiento y  lo tenía más que merecido. Cada uno de esos premios no es más que una anécdota cuando escucho el legado que nos dejó.

Bernstein fue enorme… Su música sigue siendo enorme.

Era un músico exquisito, con una formación académica evidente e impresionante y, sobre todo, una capacidad única para transmitir la emoción justa que cada película estaba pidiendo. Su inmenso saber acerca de los diferentes lenguajes y dialectos de la música hacían que cada uno de sus temas se convirtiera en un paradigma.

¿Era Bernstein un músico Clásico? ¿Un músico de Jazz? ¿Un músico de Comedia musical? ¿Un Músico Romántico? ¿Post Romántico?

¡Todas son correctas!

El jazz más sofisticado en El hombre del brazo de oro, el finísimo romanticismo y sensualidad del tema central de La edad de la inocencia, la genialidad del tema de Los siete magníficos, que hace que uno cabalgue junto a Steve McQueen y Yul Brynner, y la lista sigue y es interminable. Escucho cada uno de ellos y es apabullante y conmovedor.

Bernstein se dio el lujo de escribir una música maravillosa para cada una de las películas que fue convocado. Dio lo mejor de sí y fue determinante para que esas películas quedaran en la historia del cine para siempre. Pero su música tiene la virtud maravillosa de autoabastecerse más allá e independientemente del relato cinematográfico.

Nunca, en ninguno de sus scores, hay una sola nota de más ni de menos.

Mientras escribo esto, me pregunto cómo influyó Bernstein en mi propia formación como compositor de música de películas. La respuesta es simple. El maestro Bernstein ha sido y sigue siendo para mí una brújula. Su legado está alojado en algún lugar de mi subconsciente y muchas veces, hasta sin saberlo, recurro a él. Un punto de referencia insoslayable.

Aquí va mi humilde homenaje y, desde luego, toda mi gratitud. Thank you, Maestro!

Todo sobre Daniel Tarrab en www.agdtfilmmusic.com


Edwin Wendler

El estilo de composición de Elmer Bernstein se encuentra entre los más fáciles de reconocer: la manera en que usaba las síncopas, las repeticiones, las figuras circulares en la sección de viento, los cambios súbitos de dinámica, la elegancia de sus melodías, por no mencionar el uso frecuente de las ondas Martenot. Al crecer con partituras como Cazafantamas o como Taron y el caldero mágico, me parecía fascinante coleccionar después sus discos de bandas sonoras y explorar sus trabajos anteriores. Descubrí los inicios de esa voz musical que se ha convertido en tan buen amigo de todos aquellos que disfrutamos tanto con su música.

Quizás más que ningún otro compositor, Elmer Bernstein conocía la diferencia entre lo simple y lo simplón. Su música podía emplear figuras repetitivas, pero nunca resultaba repetitiva o molesta. Algunos de los temas podrían recordarnos canciones infantiles, pero nunca caen en lo banal. Matar a un ruiseñor cristaliza dicha idea: ingenua, pero no infantil.

El legado de Elmer Bernstein incluirá el Jazz para siempre. Fue uno de los primeros compositores en tomar una forma de música popular y en maridarla con las necesidades dramáticas de una partitura para cine. Uno podría decir que Elmer Bernstein creó las partituras “híbridas” de su época. El hombre del brazo de oro es una de mis composiciones favoritas de todos los tiempos, ya que incluye una gran gama expresiva: algunos cortes son lo que llamaríamos “acompañamiento musical tradicional” para una orquesta de cámara; otros cortes pueden denominarse “música Jazz ambiental”, mientras que los temas más fascinantes toman el lenguaje del Jazz y lo empujan hasta límites nunca antes oídos. La estridente dureza e implacabilidad de cortes como The Fix harán que, inevitablemente, se te acelere el pulso con entusiasmo delirante.

Elmer Bernstein será probablemente recordado también como uno de los mayores individualistas de la música de cine, un rasgo que indudablemente contribuyó a su pasión por la música de Bernard Herrmann. La reticencia de Elmer Bernstein, o su incapacidad innata, para “sonar exactamente igual que la música de referencia” pudo haberle costado algún encargo, pero también ayudó a depurar su estilo, y lo convirtió en uno de los más adorables individualistas.

Todo sobre Edwin Wendler en www.edwinwendler.com . Ojea nuestra entrevista con él.


Lisandro Rodríguez

¿Cómo conocí a Elmer Bernstein?

Cuando era niño, y sin tener ni idea de cine ni de bandas sonoras, ya conocía la obra de Elmer Bernstein, sin saber de su autor. Yo solo recordaba esas fanfarrias de aventuras que sentía al ver películas como “Los siete magníficos” o “Los comancheros”, que eran algunas de las películas que me acompañaron en una niñez en la que sólo contábamos con un canal de televisión.

Cuando, aún siendo niño, empecé a tener consciencia del valor de las bandas sonoras y a empezar a interesarme por compositores, Elmer Bernstein fue de los primeros en llamar mi atención. Sus implacables composiciones en películas como “Los diez mandamientos”, “La gran evasión”, e incluso en trabajos como “Aterriza como puedas” y “Los cazafantasmas”, cuentan con grandísimos Leitmotiv que todos reconocemos desde  que suenan las primeras notas.

Fresco, dinámico, alegre, enérgico, melodioso, sumamente rítmico, etc… son algunos de los valores que me vienen de pronto a la cabeza al recordar la obra de Bernstein, pero otros trabajos más íntimos como “La edad de la inocencia” o “Matar a un ruiseñor” nos demuestran el grandísimo abanico del compositor.

Yo, como compositor, lo admiro muchísimo y es sin duda un gran referente. Como cinéfilo creo que los western y las películas épicas de los ’60 –’70 tienen el sello de Bernstein, que muchos otros autores quisieron reflejar también, porque su estilo tan personal marcó una época.

Son muchísimos los trabajos que me enamoraron de Elmer Bernstein, y me gustaría ser más original en mi decisión, pero, si he de quedarme con mi favorita, estaría entre “Los comancheros” y “Los siete magníficos”.

Como en la escena del crítico gastronómico comiendo “Ratatouille” en la película del mismo nombre, escuchar a Elmer Bernstein también me produce un inmediato retorno a mi infancia delante del televisor de casa, viendo grandes películas con músicas maravillosas.

¡Mil gracias, Mr. Bernstein!

Todo sobre Lisandro Rodriguez www.lisandrorodriguez.com . Échale un vistazo a nuestra entrevista con él.


Germán Barón

Voy empezar confesando y seré sincero, no os voy a engañar, que Elmer Bernstein nunca fue uno de mis compositores favoritos, le tengo gran estima, pero globalmente no lo pondría en mi top ten personal… Es difícil escoger entre diez autores y siempre puse por delante de él a otros compositores que ocupan un lugar más cercano en mi gusto y corazón. Eso no le resta valores a la impresión que me causa, ni pretendo eliminar importancia ni su valor extraordinario como maestro de la música del cine. Eso está fuera de toda duda. Creo que fue un grandísimo renovador introduciendo el Jazz junto con Alex North, Leonard Rosenman o el olvidado Leith Stevens y que su aportación en el western, los melodramas de los años 50 y 60, films de gran espectáculo o comedias son tan capitales que lo encumbraron a un justo podio a finales de los años 50. Un compositor puente entre los viejos maestros de los años 30 y 40 y los renovadores totales de finales de los 50 y 60. Aunque escuchando su obra siempre me dio la sensación de que su paleta estilística, su rango para abarcar los géneros, era más corto que otros y que aplicaba a veces un cierto formulismo, unos ciertos tics en sus composiciones. He discutido en ocasiones con amigos aficionados sobre este tema… Un poco para provocarlos les decía (y en parte lo sigo pensando) que es el hombre de los tres estilos: Intimista, Jazz y Western… Y su obra son constantes variaciones sobre ello. A veces su música “incidental” me parece algo formularia –perfectamente trabajada e ideal “en imágenes” pero sin la profundidad o inventiva de otros autores (es una valoración muy personal, lo sé) aunque reconozco que tiene muchísimas bandas sonoras que me vuelven loco, entre ellas “El hombre del brazo de oro”, “La gata negra”, “Los siete magníficos”, “Los cuatro hijos de Katie Elder”, “Heavy Metal”, “Matar a un ruiseñor”, “El buen hijo”, “La furia del viento”, “Los diez mandamientos” o “McQ”. Lo que es innegable es que Bernstein era sobretodo un memorable creador de temas principales que pasarán a la historia del cine, extremadamente inspirado en este terreno y justamente popular para el gran público.

Mi primer contacto con su música fue con “Saturno 3”, un film de ciencia ficción que me impactó mucho en mi adolescencia gracias a sus buenos F/X y la espectacular música del maestro (y que años más tarde sería editada para mi regocijo por Intrada)… Por cierto, cuando conocí al maestro en Barcelona y le comenté acerca del film, él se reía y me decía que fue un “Big trouble film”. Ya en los años ochenta, en concreto con su score para “Un hombre lobo americano en Londres” y sobretodo con el descubrimiento de una serie de bandas sonoras clásicas, aumentó mi interés y acercamiento a su obra -fue editada por la casa Belter una colección de Música de Cine en la que aparecieron títulos como “El regreso de los siete magníficos”, “Hawaii” y “Los diez mandamientos”. Esta última fue para mí una revelación, sería el año 1986 y en esa época hacía mis pinitos rodando cortometrajes con una súper 8 familiar. En la actualidad me es muy entrañable ver esos cortos musicalizados con temas de “Los diez mandamientos” y otras BSOs de mi por entonces limitada colección de vinilos que escuchaba y re-escuchaba una y otra vez. En la actualidad, y aunque a veces lo tengo abandonado (con tanto por escuchar), de vez en cuando vuelvo a él… Son esos días en los que te apetece disfrutar y volver a sentirte como John Wayne en «Los cuatro hijos de Katie Elder» o como Roger Moore en «Gold».

Finalmente, y como persona, sencillamente un fuera de serie, simpático, entrañable, carismático. Tuve la suerte de conocerlo en una inolvidable serie de dos conciertos que realizó en Barcelona en al año 2002 (si no me falla la memoria)… Hasta entonces, su nombre –mítico, legendario- era una referencia de música a la antigua usanza, de un maestro que supo sobrevivir a una década tan complicada como los años setenta y renació fama y laureles, con maravillas inolvidables como «Los timadores» o «El buen hijo» o «La edad de la inocencia» (honores muy merecidos y justos) en los ochenta y noventa. Como persona, su trato fue exquisito, de una simpatía y amabilidad que siempre recordaré y guardaré como un tesoro (probablemente es el compositor del que más CD tengo firmados) porque en la cena que le organizamos, además de derrochar empatía y paciencia -también adoración por el buen jamón serrano (Bernstein era un gran amante de España, vivió un año en Sevilla a principios de los años ochenta) firmó todo lo que le pusimos por delante… ¡Y más!

Germán Barón Borrás es profesor de Medios Audiovisuales, compositor de músicas para cortos, colaborador en la organización del Festival de Música de Cine Ciudad de Úbeda, aficionado y loco por las bandas sonoras desde que empezó a fijarse en ellas en su más tierna infancia.


Felipe Múgica

No te puedes fiar de los grandes compositores. De autores como Maurice Jarre, John Barry, Elmer Bernstein… Cuando crees que ya los tienes localizados y bien etiquetados en su estilo, empiezas a escarbar en su obra y vas descubriendo que no, que la idea que tenías establecida en la cabeza acerca de ellos era totalmente diferente. Así me ha pasado con Elmer Bernstein, quien al principio era solo ese “gran compositor que compuso Los siete magníficos y La gran evasión” y con el tiempo se convirtió en un autor de muchos, muchos registros.

Por un lado, de música para western. Ya le conocíamos por Los 7 magníficos, con la que marcó estilo en este género; además también realizó otras tantas joyitas para películas como Los comancheros o Los cuatro hijos de Katie Elder, por poner solo dos ejemplos.

Luego descubrí que era excelente para la comedia; inolvidables sus bandas sonoras para Aterriza como puedas, Cazafantasmas o El pelotón chiflado.

Más tarde me sorprendió escuchar sus trabajos para películas de aventuras, con un estilo de mucha fuerza y tremendamente enérgico. Además diversificándose tanto en films de animación (Heavy Metal, Tarón y el caldero mágico) como de acción real (Spacehunter).

¿Y en drama qué tal, cómo se le daba a Elmer Bernstein tratar de hacernos saltar la lagrimita? Pues igual de bien o incluso mejor que en los géneros anteriores. Si ya en 1962 nos regaló una obra maestra como Matar a un ruiseñor, con el tiempo nos fue regalando otras tantas maravillas como Genocidio (para televisión), La edad de la inocencia o Lejos del cielo que fue su última banda sonora y un excelente testamento para una carrera musical incomparable.

Ahora que he escuchado una buena cantidad de trabajos de Elmer Bernstein, ¿siento que conozco bien toda su obra? Pues ni de lejos, porque estoy seguro de que me quedan aún un montón de bandas sonoras por escuchar y un montón de maravillas por descubrir. Es lo que tienen los grandes compositores clásicos, estos genios, que cuantos más discos suyos escuchas y cuando creías que ya lo sabías todo sobre ellos, siempre vuelven a sorprenderte.

Felipe Múgica tiene 37 años, y es de Barakaldo, en Vizcaya. Pocas cosas hay que le gustan tanto como Tim Burton: unas buenas bandas sonoras de Jerry Goldsmith, John Williams, Georges Delerue…


Octavio López

Debía de tener unos ocho años cuando percibí por primera vez la magnificencia del genio Bernstein. Recuerdo estar en la sala de estar de mi antigua vivienda, al lado de mi madre, mientras mi hermana pegaba saltos por el sofá. Estábamos viendo por primera vez la película “Los cazafantasmas”, que estaba siendo emitida por televisión. Mis memorias de aquel primer visionado se confunden con los recuerdos propios de la infancia, del rugoso tacto y ese olor propio de la niñez que poseía aquél sofá de color verde con sus botones redondos a juego, Y por supuesto me acuerdo de ese primer impacto que la película me causó. Entre esa red de brotes arraigados en la psique  extraigo instantes intermitentes y protónicos de su parte final, a partir del momento en que la Guardiana de la Puerta y el Maestro de las Llaves unen no sólo sus destinos. Barnizando esas memorias en la sima de mi cerebro recuerdo las sensaciones que me provocaba la música apocalíptica e inter-dimensional que acompañaba ese tramo final: sonoridades tenebrosas, desasosegantes y tan ligadas a lo púrpura, oscilantes entre lo demencial y lo onírico. La música me incomodaba. Me había hecho sentirme confortable con el tema pizpireto a piano dedicado a los protagonistas, pero en el segmento final estaba haciéndome sentir partícipe de esa atmósfera cósmica del fin del mundo. Ese ambiente sonoro sobrenatural me quedó impregnado en la piel cual marshmallow derretido.

Poco tiempo después, ansioso por repetir experiencias similares, decidí indagar sobre las películas realizadas por los mismos cineastas. Así llegué a “El pelotón chiflado”. La película me gustó: Bill Murray realizaba otra interpretación carismática, y verlo acompañado por Harold Ramis era todo un evento para mí en ese momento. Sin embargo, el aspecto más atractivo que descubrí en la cinta fue aquella marcha militar que, en alguna ocasión, cuando intentaba tararearla, se me cruzaba con la de “1941”. Era un tema con una energía brillante, divertida y potente, perfecta para esta comedia bélica. Rápidamente cotejé el compositor y descubrí que se trataba ni más ni menos del autor de aquella pesadilla gozeriana: Elmer Bernstein. Para mí, lo sobrenatural ya tenía un nombre y, ahora, lo militar también.

Quizás en menor medida, debido a que desde temprana edad los compases de Bernstein me han acompañado, y más seguramente por el ingenio innato del compositor, siempre me ha parecido que sus creaciones poseían una lógica, desarrollo y estabilidad naturales en su perfección, una simetría precisa y una cadencia familiar. Estaban escritas con la solidez de una mente prodigiosa y tan sobrenatural como las atmósferas que era capaz de plasmar. Por ello, no me sorprendió años más tarde descubrir que era el autor de la fugaz banda sonora de “Un hombre lobo americano en Londres”, con esos pasajes melancólicos, pero latentes de licantropía, donde se enmarcaba la llegada de Jack y David a la población de East Proctor.  Recientemente, y gracias al consejo de un viejo amigo, volví a sentir esas pulsaciones rítmicas y armónicas tan sugestivas con los temas de “La batalla de las colinas del whisky”. Y aunque era la primera vez que los escuchaba, de cierta forma sentí que siempre los había conocido, participando de ese sentimiento melódico tan familiar que he intentado describir.

Por ello, para mí escuchar a (y hablar de) Elmer Bernstein es como un viaje a los primeros tiempos de mi conciencia y mi memoria, y sentir el candor de la niñez, de los oídos que se engalanaban con cada nota surgida del intelecto de aquel mago de la sinfonía y del ritmo, en una enorme sensación de haber formado parte siempre de mi vida. Como aquel sofá de color verde…

Octavio David López San Juan nació en 1982 en Alicante, y se convirtió en fan de 007 (y de la música música) cuando vio a un tanque atravesar un muro mientras sonaba James Bond Theme.


Jorge Godoy

Hace años el nombre me era bastante familiar, pero no me daba tiempo de escuchar alguna banda sonora de Elmer. Seguía inmerso tratando de buscar obras sin editar o algunos trabajos que desconocía en ese entonces de compositores como Jerry Goldsmith o Bruce Broughton. Con mi mejor amigo podíamos pasar horas hablando de películas de corte bélico como The Dirty Dozen, The Deer Hunter o The Great Escape, siendo esta última película la oportunidad para conocer mejor al compositor mencionado. No solamente me hablaba del reparto de la película y sus secuencias, sino que también de su música, la famosa marcha que caracteriza a la película. Desde entonces, su nombre ya me resultaba un poco más conocido, hasta que volví a ver The Ghostbusters. Obviando las populares canciones que le dan su popularidad, traté de concentrarme en la música de Bernstein, que era bastante efectiva, pero que por algún motivo no me convencía del todo.

Después del lanzamiento por parte de Intrada de The Black Cauldron, me entró la curiosidad por el renombrado compositor, que había compuesto un tremendo trabajo para la película. Pasé por la ingeniosa Airplane!, Heavy Metal, Wild Wild West (trabajo que amaba de Bernstein cuando chico, pero, como dije, desconocía al propio compositor), la archiconocida The Magnificent Seven, hasta llegar a mi obra favorita del compositor: To Kill a Mockingbird.

No podría tener derecho a hablar tanto sobre Elmer como de Jerry Goldsmith, del cual conozco prácticamente casi todas sus obras, pero sí puedo decir que me encuentro ante un grande que llenó de riqueza el cine y la música, al igual que ciertos momentos personales al escuchar y “ver” sus trabajos, uno de los tantos roles que un gran compositor cinematográfico cumple.

Jorge Godoy: Nacido en Chile, los que me rodeaban, pensaban que la televisión sería mi fin como persona, llena de marcianos, momias, vampiros, programas de misterio, etc. Arrendaba VHS de horror de muy pequeño, fascinándome con la calidad de antaño, lo que me convirtió en un verdadero ratón de videoclub. Por suerte de muy pequeño sabía escoger lo que me servía para llenarme de inspiración e imaginación para escribir historias, crear cortometrajes y peliculas y crear carátulas de VHS. En resumen, estaban todos equivocados.
Jerry Goldsmith ha sido una de mis grandes inspiraciones para componer y escribir, lo que me llevó a descubrir BSO Spirit, en la cual conocí a un gran amigo, empezando a leer sus reseñas sobre Goldsmith para luego compartir los mismos gustos y opiniones sobre música y cine.


Antonio Miranda

Cualquier principiante dentro del mundo de la composición para cine se sentiría atraído por multitud de obras, no carentes de calidad por este aspecto, pero que suelen rondar la trivialidad por norma general. No es el caso de la que me abrió la puerta hacia el excelente compositor norteamericano: ‘’Los siete magníficos’’. Hace ya muchos años, cuando la adolescencia buscaba inquietudes distintas y encontraba lo más asequible dentro de las variedades artísticas poco reconocidas, en concreto nuestro mundo musical, sonó de pronto esa famosa melodía marcada que, precisamente, marcaba la marcha elegante de los siete vaqueros mientras la película se proyectaba en la televisión del salón. Fueron los inicios instintivos de un servidor en la música de cine, la melodía de ‘’The Magnificent Seven’’ que, junto a un par o tres más de otros filmes, se cobijaron allá dentro, en el subconsciente, para florecer tiempo después e iniciar el camino que más tarde se adentraría ya en estructuras más complejas.

Existen nombres de compositores de cine encumbrados por lo comercial, otros que se dejan influir por esta tendencia fácil y rentable y otros que nunca la practicarán. Elmer es de los segundos. Por fortuna, nos dejó su época más fructífera con títulos memorables y de una calidad exquisita allá por la década de los 50 y 60, háblese de ‘’Los diez mandamientos’’, ‘’El hombre del brazo de oro’’ o ‘’Matar a un ruiseñor’’.

Siempre se recordarán sus melodías. ‘’La gran evasión’’, la nombrada ‘’Los siete magníficos’’, pero personalmente creo que su clímax como artista lo consiguió fusionando, junto a la orquesta, el mundo del jazz. Multitud de obras, grandes reconocimientos pero, en opinión de quien esto escribe, apunto de entrar en la lista de los más grandes compositores de cine de todos los tiempos. Ahí se quedó, no sin desmerecer en absoluto la genialidad de su prolífica obra, a las puertas de su maestro North pero con un legado propio incuestionable. Sin duda, ‘’El hombre del brazo de oro’’ resulta de sus creaciones más sobresalientes. Una obra compleja y nada fácil de escuchar; jazz aderezado con estructuras atonales y ya, desde un inicio, bien acoplada a la imagen. Los títulos de crédito iniciales, importante momento para cualquier estudioso y amante de la música de cine, delatan una sincronización exquisita entre lo que vemos y lo que Bernstein propone e intuimos, ligeramente, influencias y sonidos que acabarán en obras tan importantes como las de la saga James Bond. Centrémonos en esta gran obra, ‘’El hombre del brazo de oro’’.

El inicio marca el filme, musicalmente hablando, con temas que no dejarán ya el ambiente del jazz. Elmer matiza las escenas de manera contundente. Lo podemos comprobar en el regreso inicial del protagonista a sus lugares habituales y cómo, entrando en el bar, las notas mantienen ritmos alegres y desenfadados y ya, haciéndolo en la casa y viendo a la mujer, el ritmo se pausa y enfatiza sensaciones más sensuales y femeninas. Gran trabajo inicial. Parece que el artista olvida reflejar lo que vemos y se centra en el ámbito idealista de la imagen, aquello que, presenciando la secuencia, el pensamiento nos traslada a imaginar, sencillamente pensando a los dos amantes y escuchando a Bernstein; mientras hablan, el espectador evoca y regresa a escenas pasadas de ambos, quizá juntos, tal vez solos, en alguna romántica habitación y sin la turbia relación que llevan (más tarde, el genial compositor nos desvelará qué refleja realmente con sus estructuras pausadas en estas escenas del matrimonio, con la aparición en la historia de la amante Molly, a cuya imagen, en verdad, se refiere). La música cesa bruscamente cuando el enfado y la sorpresa de él (hecho trascendental tras una trivial conversación) aparecen. Una estructura compositiva nada fácil de apreciar y ver en pantalla, pero de gran maestría y que el compositor desarrollará en el resto de la película. Así manejará, con habilidad, el ritmo del metraje. Bernstein se mantiene en silencio grandes fragmentos de un metraje que, de pronto, se ve sorprendido por su aparición, la mayoría de las veces mezclando ligeros toques de cuerda con la orquesta de jazz, imprimiendo ese tono misterioso y trágico de la composición.

Elmer Bernstein fue uno de esos compositores que tuvo la valentía de enfrentarse a las supuestas negativas que la fuerte personalidad de un director como era Otto Preminger presentaría a cualquier propuesta que no saliera de él mismo. Lo hizo, y ‘’El hombre del brazo de oro’’ consiguió una personalidad artística absolutamente basada en la noción del músico para la obra. Era complicado enfrentarse a la primera película con música original compuesta íntegramente en forma de jazz. Variar estructuras, ritmos, sensaciones, todo sin optar por la orquesta tradicional, el arma eterna y eficiente de la música. Bernstein fue, sin duda, uno de los más grandes artistas dedicados a la música de cine de toda la historia y lo demostró con esta banda sonora comentada. No obstante, su carrera se desviaría en muchos momentos hacia trabajos más sencillos que, como dije al principio, le impidieron acceder, en opinión de quien esto escribe, al elenco más exquisito de la composición para cine de toda la historia.

Antonio Miranda nació en Madrid y actualmente reside en Zaragoza. Sus pasiones son el Arte, la Filosofía, la Música; la Pintura o el Jazz; Händel o Aborted; Baroja o la soledad… Escribe, apasionadamente, sobre música de cine en ‘’End Titles’’, blog que podéis visitar en Banda Sonora y Cine .


Ignacio Garrido

Elmer Bernstein es el Western. Puede parecer temerario hacer una afirmación tan rotunda teniendo a Aaron Copland, Ennio Morricone, Dimitri Tiomkin, Jerome Moross, John Williams o incluso Jerry Goldsmith (por citar solo los más destacados) como otros importantísimos nombres capitales de la música de cine que marcaron con su impronta el género, pero el que primero llega suele ser el que ocupa el lugar destacado que nuestro subconsciente le asigna. Y Elmer Bernstein permanece, para mí,  como el compositor del western por excelencia. John Wayne así lo creyó, así que, ¿quién soy para contradecir a El Duque?

La aportación de Bernstein a la música cinematográfica durante el siglo XX trascendió, en mi opinión, el apartado audiovisual al que se adscribió el grueso de su composición durante más de cincuenta años. Cinco décadas dedicadas a la música, medio siglo volcado en una pasión creadora que desembocó en algunas de las melodías más imperecederas del Séptimo Arte y, por méritos propios, la popularidad del cine y Marlboro, cruzó las fronteras de su disciplina hasta convertirse en cultura popular. “Los siete magníficos” ha sido, es y será, por siempre, uno de los motivos y pilares centrales de mi amor por la música cinematográfica.

De esta inconmensurable obra maestra no hay minuto que no merezca reverencia y admiración, empezando por su arrollador tema central que inunda de brío, épica y energía unos títulos de crédito que anuncian heroísmo, amistad y aventuras torrenciales para lo que ha de venir. Pero acto seguido y por pura magia compositiva, se torna en el amenazante tema de Calvera, una de las melodías en –su querido– staccato más destacadas de toda la carrera de Bernstein y una pieza a contar entre las mejores dedicadas a la figura del villano en toda la música fílmica conocida.

Pero ni uno ni otro son, para mí, la pieza de toque de esta legendaria creación. Ni siquiera el tour de force final de más de diez minutos, donde la violencia y la acción se desatan con algunos de los juegos polifónicos percusivos más asombrosos del catálogo del músico. No. La secuencia sonora que más me hace contener el aliento, poner los pelos como escarpias y vibrar de emoción es “Strange Funeral” y su continuación directa en “After the Brawl”. Esta memorable set piece viene a colmar de significado la expresión música-de-cine, porque pocas veces podremos encontrar en el elemento audiovisual una simbiosis de tamaño poderío y grandeza sonora. Ver esta secuencia o escucharla (que viene a ser lo mismo), supone disfrutar de uno de los momentos álgidos de la disciplina y del Séptimo Arte, al que Elmer Bernstein echó algo más que una mano en esta ocasión, ayudando a encumbrarlo a la categoría de mítico gracias a su maestría musical.

Es por ello, y por las incontables genialidades salidas de su pluma que reinventaron el sinfonismo y el jazz de la Silver Age (“El hombre del brazo de oro”, “Los diez mandamientos”, “Matar a un ruiseñor”, “La batalla de las colinas del whisky”, “La gata negra”, “La gran evasión” o “El hombre de Alcatraz” por citar algunas de las más memorables), así como por su impecable carrera posterior, hasta su última joya y declaración final de principios “Lejos del cielo”, que considero a Elmer Bernstein uno de los magníficos.

Ignacio Nacido en Málaga en 1978, criado en Guadalajara y adoptado por Madrid. Aficionado desde 1985 a la música de cine gracias a Alan Silvestri, pronto John Williams y finalmente Jerry Goldsmith tomaron el relevo y su pasión definitiva por el arte de componer para la gran pantalla. Aquello fue solo el comienzo.
Colaborador de , de Rosebud (revista valenciana de BSO) y redactor jefe de bandasonora.org.


José Barrera

Hay películas que, por haberlas visto durante mi infancia -o ya siendo adolescente-, en el cine o en los viejos VHS, las recuerdo con especial cariño. Y, de alguna manera, forman parte de mi vida, como seguro le pasará a buena parte de la generación a la que pertenezco. Películas de aventuras, acción, ciencia ficción, terror… o comedia, como “Ghostbusters”.

Pero no fue hasta un tiempo después, en algún momento de mi adolescencia, cuando empecé a interesarme por la música de cine y a relacionar esas películas que me gustaban de los ochenta/noventa con su compositor, como ya hacía con directores o actores.

“Ghostbusters” que, además de canciones como la superconocida de Ray Parker Jr., contaba también con una música que llamó mi atención, y que más tarde supe que se debía a ese sonido tan característico de las Ondas Martenot; a ese ritmo de piano para los “astutos” cazafantasmas; a esos momentos más serios, incluso –deliberadamente- exagerados; y por uno de los temas que más me gustan de Bernstein: “Dana’s Theme”.

Le siguieron bandas sonoras como “El buen hijo”, “La edad de la inocencia” o “Lejos del cielo”.

Elmer Bernstein fue, con estas películas, uno de los primeros grandes compositores que conocí. Desde entonces, al igual que con otros grandes de la música de cine, poco a poco fui descubriendo -y lo sigo haciendo- su extensa trayectoria, donde se puede comprobar su enorme versatilidad para trabajar en distintos géneros cinematográficos: drama, western, cine épico, documental, comedia, o animación. En todos ellos, empleando distintos estilos musicales. Dando como resultado títulos imprescindibles en la historia del cine que todos conocemos.


Alfonso Conde

Elmer Bernstein. El capitán de mis evasiones musicales, uno de los grandes. Para mí Elmer Bernstein significa dos cosas: AVENTURAS (en el Oeste) y JAZZ.

Mis primeras compras de su obra fueron en LP. Así llegaron a mi colección maravillas como “Amazing Grace and Chuck”, “The grifters”, “My left foot / DA”, “Men in war” y “The Black cauldron”. Y bueno, el paso del tiempo ha hecho que pueda atesorar unas cincuenta referencias que alegran mi vida cada vez que las escucho.

Porque Elmer Bernstein implica cine del bueno, clásicos que marcaron nuestra infancia aderezados musicalmente con temazos que hemos tatareado alguna vez. Porque las notas de Elmer Bernstein se te pegan sin piedad…y uno tan contento de no querer desprenderse de ellas. Porque Elmer Bernstein es un torrente melódico, que cuando le da por ser delicado, toma la forma de un ruiseñor y te acaricia con el arpa, con la guitarra, con el oboe o con cualquier otro instrumento que tenga más a mano…para luego volver a la acción más trepidante. Y mientras, ritmos de jazz son capaces de colorear mis días más aburridos.

Para terminar me gustaría hacer mención especial a una obra suya que me fascina cada vez que la escucho. Una música quizás no muy conocida pero es gloria pura. Me refiero a “Hoodlum” (Hampones), del año 1997. El primer tema del disco (‘Prologue’), es antológico, una auténtica gozada que resume a la perfección lo que siento por la música de cine de este maestro.

Llevo y llevaré siempre a Elmer “Starlight” cual bucanero navegando por mis venas, valiente vaquero disparando notas certeras al corazón.

Alfonso Conde más conocido como “Tximbo” o simplemente “Alf”, abrió los ojos por primera vez en Bilbao. Fecha estelar desconocida, pasado melmakiano contrastado. Niño de alegre sonrisa, tuvo que trasladarse a Madrid, donde cursó estudios de Derecho, aunque lo que realmente le gusta es la Historia. Un buen día amaneció tarareando cierta musiquilla peliculera y desde entonces no ha parado: cientos de cds se acumulan en sus aposentos. Ahora amplia horizontes (y estanterías) tras desatarse con furia su vena rockera.
Apasionado de la cerveza, no pierde oportunidad para tomarse unas cuantas con quien sea y donde sea.


Óscar Salazar from AsturScore

Recuerdo que, antes de saber que me gustaba la música de cine, mi pasión eran las películas de vaqueros. Las pistolas, los duelos y… John Wayne. Y los ritmos que lo envolvían todo. No me gustaba la música de cine. Me gustaba esa música. Era la época en la que andaba con mi grabadora por toda la casa. La misma grabadora que acababa enfrente del televisor cada vez que emitían una película de vaqueros que me gustaba. El silencio era obligatorio desde el mismo instante en que sonaba una nota musical, porque corría rápidamente a la grabadora y la conectaba, para tener los temas perfectamente montados, sin diálogos. Unas cintas que hace años que no oigo, pero que me sé de memoria.

Por supuesto, dentro de lo grabado, tenía mis temas favoritos. Creo que no voy a sorprender a nadie ahora. Hablando de temas no se puede evitar hablar de “el tema”. Los siete magníficos. Era el paradigma de la música de vaqueros. La gloria del viejo y lejano Oeste. Y, aunque parezca mentira, a tan tierna edad, ya sabía quién era Elmer Bernstein. Algo que hay que agradecer, sin duda, a El Duque.

Película tras película iba atesorando temas compuestos por el gran Elmer Bernstein. Hasta que un día vi algo diferente. También tenía música del maestro, pero no era una película de vaqueros. Y la música era igual de buena. Se titulaba: La gran evasión. Es curioso. Me di cuenta de que también había música en otras películas. Fue el primer tema que no era del oeste, o de una serie de dibujos animados, que grabé.

Así que podríamos decir que, en realidad, el maestro Bernstein fue quien me descubrió la música de cine. Y ya, sólo por eso, le estaré eternamente agradecido.


Rubén Franco from AsturScore

Como casi todos los recuerdos relacionados con la música de cine, no fui consciente del nombre de Elmer Bernstein (de lo que significaba ese nombre para mí) hasta el inicio de los 90. Pero la melodía de The Magnificent Seven ya se había instalado para siempre en mi vida. De hecho, recuerdo que fue mi primer CD de Elmer Bernstein (quizás no haya mejor obra que ésta para introducirle al gran público, por el impacto que tuvo su popular tema central).

Pero Elmer es mucho más que The Magnificent Seven, mucho más que sus míticas The Ten Commandments o The Great Escape, mucho más que la genial Ghostbusters… Es un universo lleno de galaxias por descubrir. Una vasta carrera con títulos de todo tipo; jazzísticos (The Man with the Golden Arm o Walk on the Wild Side), maravillosos melodramas (To Kill a Mockingbird o The Age of Innocence), comedias marca-registrada Elmer (Trading Places o Airplane!), fantástico sugerente y épico (Heavy Metal) o el inevitable western (True Grit o The Comancheros).

El nombre de Elmer, curiosamente, se hizo visible para mí con una composición que no era suya allá por 1992 (cosas que pasan); Cape Fear (1991), donde inició una brillante colaboración con Martin Scorsese, adaptando a Bernard Herrmann. Aquel mismo año descubrí en un programa de radio otra joya, The Grifters (1990), con un leitmotiv juguetón y maravilloso.

Precisamente fueron sus obras menores las que fijaron mi gusto musical por Elmer. Una de ellas fue la genial comedia dramática Mad Dog and Glory (1992), un divertido, bello y hasta violento score del compositor, donde la música describe perfectamente las situaciones (un forense, un gánster y una “chica de compañía”) y a los personajes (el tema de Window Magic para De Niro y Thurman es bellísimo, de una factura impecable).

Y otra que recuerdo con especial cariño fue el score de la fallida aunque interesante comedia Oscar (1991) de John Landis, con Sylvester Stallone en una de gánsteres con toques cómicos, y donde Bernstein vuelve a adaptar música ajena (The Barber of Seville de Rossini). Mítico es su Main Title con dicha adaptación, pero la música que acompaña las situaciones cómicas es maravillosa y exquisita, todo ello hecho con dos pinceladas, sin despeinarse, con “oficio”.

Es en esa clase de trabajos, los menos reconocidos, donde encontré mi vínculo con el compositor, añadiéndose títulos de diferentes épocas y géneros: Zulu Dawn, Gold, Slipstream, McQ, Keeping the Faith o Baby, the Rain Must Fall.

Elmer estaba dotado del talento de los grandes, de ese oficio que hoy muchos aficionados echamos de menos; la facilidad emocional para conectar con la película y las audiencias. Por fortuna, su  obra es imperecedera, constituyendo un plácido y maravilloso océano de emociones sobre el que navegar para seguir disfrutando de su enorme calidad.

Gracias por todo, Maestro. En tu honor van estas emotivas palabras de aquellos que hemos, estamos y seguiremos disfrutando de tu legado musical.