Momento Pelos Como Escarpias: Genesis Countdown

Escrito por , el 16 diciembre 2012 | Publicado en Apuntes

La historia del cine está repleta de grandes momentos, únicos e inolvidables; momentos donde tus pulmones se ensanchan para dejar entrar la mayor cantidad de aire (expulsándolo suave y delicadamente), donde los lacrimales se convierten en un grifo abierto o los pelos se te ponen, literalmente, como escarpias. Tristemente, esos momentos ya no abundan tanto en el cine de hoy (brillan por su ausencia, más bien), pero antes los había a puñaos (por recordar mi primer momento, diría que cuando vi E.T. en el cine, y los niños escapan de sus perseguidores a bordo de las bicicletas en el tramo final).

Gran parte de culpa de que nos fijemos en las escenas, en mi opinión, es consecuencia de la música, esa maravillosa música que amplifica, y de que manera, el efecto que el director busca conseguir con las imágenes (y al revés, hay momentos en los que la música de una película me saca de ella completamente, como el score de Klaus Badelt y Hans Zimmer para Piratas del Caribe, partes 1 y 2 respectivamente).

Es por esa razón por la que hemos decidido remover en el baúl de los recuerdos y buscar esos momentos tan maravillosos en la industria del cine, y en este caso, de mi infancia, inaugurando una nueva sección dentro de los apuntes: Momento Pelos Como Escarpias.

En esta ocasión os traigo al diván del recuerdo aquella época en la que grababa películas de televisión en mi video Beta, y solo teníamos dos canales, televisión española y Tve2. A servidor le compraban la teleindiscreta, y era la guía perfecta para ver todas las películas que estrenaban durante la semana, estando atentos para grabarlas posteriormente en televisión (si te perdías el pase, o bien la encontrabas en tu videoclub para pagar el alquiler y verla, o bien tenías que esperar hasta que volvieran a echarla por televisión… era otra época).

Carrie, Children of Corn, la serie de Starman, The Towering Inferno, Jaws, The Untouchables… grandes momentos y recuerdos, y entre todos ellos, uno especial, el día que grabé Star Trek II: The Wrath of Khan (Star Trek II: La Ira del Khan, 1982), y las veces que posteriormente la habré visionado en mi Beta… madre mía. De aquella uno exprimía lo poco que tenía, lo poco que llegaba a tus manos (parecido al tema de los CDS cuando aún no se editaban tantos y comprabas lo que buenamente podías con tu paga mensual).

Siempre he sido un amante del Universo Star Trek, en especial de la vieja tripulación del U.S. Enterprise, la de toda la vida, liderada por ese trío calavera formado por Kirk, McCoy y Spock. Amaba las películas y capítulos de series de esta entrañable y divertida tripulación, llena de camaradería y amistad.

Y que decir de sus bandas sonoras, desde la serie clásica (Alexander Courage, Fred Steiner, Sol Kaplan o Jerry Fielding entre otros) hasta las películas (siempre Jerry Goldsmith, y después el gran James Horner, sin olvidarnos de Cliff Eidelman y Leonard Rosenman).

Siempre me fascinaron las dos primeras entregas de Star Trek, las mejores en mi opinión (que demonios, si hasta la cuarta y quinta entrega me parecen divertidas pese a que muchos las tachen de bodrios). Y en cuanto a la segunda entrega, siempre me encantó ese gran villano, ese Khan interpretado magistralmente y con rudeza por Ricardo Montalbán.

El argumento de la venganza y la creación del Génesis daban a Horner material de sobras para una partitura brillante, una de sus mejores obras (y una de las mejores creaciones musicales de los 80), impartiendo una clase magistral de épica, violencia musical y bellas y arrebatadoras melodías (especialmente en el tramo final, el epílogo en esencia).

De entre todas las escenas y momentos musicales, que no son pocos (cuando zarpa el U.S.S. Enterprise, la batalla de la mutara nebula o la primera batalla entre Kirk y Khan), quizás me quede con el momento de la cuenta atrás para la explosión del Génesis, un proyecto destinado a crear vida y que también puede ser usado como un potente arma de destrucción.

Tras el combate entre el Enterprise y el Reliant, por situarnos, el último queda gravemente dañado, y el primero queda más operativo, aunque con daños de especial relevancia en el reactor para poder huir de la cuenta atrás que se ha iniciado a bordo del Reliant por Khan.

El drama y la urgencia de la escena es magistralmente sostenida por la batuta de Horner (impecable), con música épica, vibrante y dinámica, donde se conjugan los motivos centrales de Star Trek (el de Horner) y el del Khan.

Metales, cuerda y percusiones construyen un tapiz magistral que alcanza uno de sus cénits en el minuto 1, segundo 4, cuando Spock decide poner en práctica aquello de «el bienestar de la mayoría supera al bienestar de la minoría» (píldora filosófica de gran calado), abandonando su puesto de oficial científico para poner rumbo al reactor de la nave, introduciéndose en la sala del mismo para repararlo, a sabiendas de una muerte segura (la radiación del reactor carcomerá todo su cuerpo).

Ese momento musical, cuando Spock baja por la escalinata rumbo al reactor, esos pocos segundos donde los metales se erigen poderosos, siempre me han puesto los pelos como escarpias; ese sacrificio de Spock, ese caracter musical de urgencia lleno de tonos heroicos y épicos, siempre ha permanecido en mi memoria desde mi infancia (sin olvidarnos del resto del corte, donde Horner brilla cuando nos muestran las escenas del Enterprise alejándose al ritmo que puede de la inminente explosión del Reliant, con los metales, de nuevo, luciéndose sobremanera).

Genesis Countdown es uno de mi cortes preferidos de la saga de Star Trek, de James Horner y de la música en general, y gracias a FSM, además, puedo disfrutar de la edición completa, y de la maravillosa versión del Amazing Grace para el entierro de Spock, gaitas incluidas, y que siempre me ha echo asomar alguna que otra lagrimilla (soy un sentimental, que le vamos a hacer).

En definitiva, un pequeño retazo de mi infancia que acude a mi frecuentemente, y que me hace recordar, con ternura, los orígenes de mi pasión desmedida por la música de cine. ¡Como vivir sin ella!