Kyle Eastwood: Crónica del Oviedo Jazz 2016

Escrito por , el 24 julio 2016 | Publicado en Crónica

El mismo 20 de julio, un día antes, mi colega Edu anunció en la web de AsturScore la presencia de la banda de Kyle Eastwood en Oviedo, que aparte de ser el hijo de Clint Eastwood, y compositor de música de cine (Invictus , Gran Torino y Letters From Iwo Jima), es un gran músico de jazz esencialmente, y una propuesta más que interesante para dar  comienzo al Oviedo Jazz 2016.

Kyle, que ya tocó en Gijón, era la excusa perfecta para escapar de una locura de mes de impuestos (IVA, retenciones, sociedades y similares), así que saqué mis entradas para el Teatro Campoamor el día 21 de Julio a las 21:00, sin numerar (el único detalle que no me gustó nada, un poco caos todo), y me lancé de lleno a disfrutar de una noche de Jazz.

Eastwood, Kyle Eastwood – Licencia para Disfrutar

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La banda de Kyle abrió con un tema de jazz para presentarse como es debido; ritmos, solos y buen rollo entre los músicos.

El público, seguramente mucho neófito, tardó muy poco en responder conforme avanzaba el concierto; para un amante como yo del jazz, quizás más orientado por el cine, con gente como Dave Grusin, Lalo Schifrin o Roy Budd, el disfrute era más que evidente, y como prueba ver como mis pies o mis manos marcaban los tiempos o los ritmos, o como valorabas un solo del saxo o la trompeta, o el mismo pianista, sin olvidarnos del bueno de Kyle, un buen contrabajista.

Eminentemente, la mayor parte de las piezas provenían de su último disco, Time Pieces (2015), que incorpora tanto temas originales de la banda como temas de algunos compositores clásicos, como Herbie Hancock o Horace Silver.

El resultado, en el disco, es un retorno al jazz más clásico, el de los 50 y los 60, dedicando la banda de Kyle una pieza (compuesta por el pianista y el trompetista) a Horace Silver, quien falleció durante la grabación del disco en París, y cuyo título es Peace of Silver.

En el concierto, las piezas más agradecidas, como siempre, son las más rítmicas, como la genial y exótica Caipirinha, compuesto por la banda, con sonidos latinos jazzísticos, Prossecco Smile, donde el saxo y la trompeta se salen, con nota destacada para el piano, o como cierre, el genial Blowin’ the Blues Away, compuesto por Horace Silver, y donde toda la banda se lució sobremanera, cada uno con su propio solo como despedida (piano, saxo, trompeta, batería y contrabajo).

Kyle hizo gala de un excelente manejo del contrabajo y el bajo el eléctrico, además de ser el hilo conductor del concierto con sus comentarios y su carisma, y con alguna palabrilla en castellano.

El público reaccionaba muy bien, aplaudiendo los ritmos o los solos, animándose con cada nueva aventura, o disfrutando incluso los momentos de paz; por recordar dos, el Dolphin Dance de Herbie Hancock, un corte suave y tranquilo, y un corte compuesto por Kyle para una de las películas de su padre, Letters From Iwo Jima (para el que escribe, una de las mejores películas de Clint de los últimos años).

El tema central, que he de reconocer que me gusta mucho, suena fantástico en ésta reinterpretación, donde el piano y el bajo eléctrico construyen el leitmotiv de forma suave y tranquila, dotándolo de intensidad en algún momento puntual. Una gozada.

Tras una hora  y media, volviendo del falso final para ofrecer a modo de cierre el ya comentado Blowin’ the Blues Away, terminó el concierto y tuvo lugar el…

Postconcierto – Meeting Kyle Eastwood

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Cual fue mi sorpresa (cosas de salir de los últimos del Teatro Campoamor), cuando, con más de medio aforo ya fuera del teatro,  el pianista (Andrew McCormack) apareció de la nada con una caja de compact disc y Lps de la banda de Kyle, agitando en el aire un CD con una sonrisa mientras construía un improvisado punto de venta.

Posteriormente, se unió luego el resto de la banda, incluido Kyle y, con una amabilidad infinita, posaron y firmaron todo lo que la gente pidió, vendiendo un buen puñado de discos, no dejando nunca de sonreír y agradecer a la gente su presencia, siempre humildes y sencillos, fuera de esa imagen de divos que transmiten muchos famosos.

Aprovechando la coyuntura, servidor se compró el Time Pieces, y tras esperar un buen periodo de tiempo, Kyle me lo firmó y posó conmigo para una foto.

Felicitándole por el concierto, y contento por mi disco firmado y la foto con Kyle, me despedí del Campamor  y de Oviedo y me dirigí a mi querido Gijón, para descansar de una noche musical de jazz cálida e inolvidable, esperando algún día volver a repetir experiencia con la banda de Kyle.

Mientras tanto, al ritmo de Caipirinha, servidor se despide hasta la siguiente sesión de jazz a la que acuda. Hasta pronto.