FIMUCITÉ 11: Crónica

Escrito por , el 27 octubre 2017 | Publicado en Crónica

Con el lema de la compañía más puntual del mundo en 2016 (si, el avión llegó 15 minutos antes de tiempo), el vuelo de Iberia aterrizó en el Aeropuerto de Tenerife Norte, y acto seguido, dos líneas de autobuses y para el Hotel Colón Rambla.

Posando maletas y adiós Asturias (temporalmente), adiós humedad, hola Santa Cruz de Tenerife, hola solito, …hola Fimucité 11.

Ducha, comida vasca en el hotel (¿se puede pedir más, por favor?), mini siesta española y para el Teatro Guimera. Todo así, con ritmo, sin prisa pero sin pausa.

Allí nos esperaba Vanesa Bocanegra, encargada del departamento de prensa, quien no solo nos acreditó, sino que cumplió en todo aquello que AsturScore necesitó; entradas, entrevistas,… y no solo ella, todo el equipo humano del festival, empezando por Manuel Díaz Noda, pasando por Carlos Palencia y acabando con el mismísimo Diego Navarro.

La primera parada de Fimucite, para AsturScore (por que el Festival ya había echado a andar días antes con conciertos y actos de todo tipo, donde destacaba el que dio Fabio Frizzi sobre su obra) fue el concierto…

Guerreros de la Gran Pantalla (Teatro Guimera) – Jueves 28 de Septiembre

Casi tan grandes como la formación de jóvenes que hicieron cobrar vida al Cid, al Rey Arturo, a Ben-Hur o al oscarizado gladiador de Riddley Scott. Y es que la Joven Orquesta Sinfónica FIMUCITE, dirigida por José A. Cubas, interpretó un repertorio profesional con un entusiasmo y un nivel que ralló la excelencia en el Teatro Guimerá.

Si, como en todos los conciertos, siempre hay matices y detalles a comentar con margen de mejora, pero todos ellos minúsculos, liliputienses, en relación a la vitalidad, la alegría y la calidad con la que los músicos interpretaron todas las piezas, especialmente el Taras Bulba de Franz Waxman, que fue repetida como vis acabado el concierto, y que es una pieza compleja que en sus manos se antojó sencilla. La despacharon de forma brutal, provocando el aplauso unánime en las dos ocasiones.

Servidor, amante del Cid, gozó como un enano de los tres cortes ofrecidos (uno más que el que indicaba el programa del concierto), además de ver cumplido uno de sus no poco sueños como amante de la música, oir el River Crossing de Elmer Bernstein para Zulu Dawn en concierto. ESPECTACULAR.

Con hueco para la moderno (Gladiator, mi amado James Horner en Braveheart y la versión Zimmer para el Rey Arturo), y repaso de otros clásicos (John Barry, Jerome Moross), FIMUCITE también ofreció una suite para el videojuego The Witcher III de uno de los invitados al festival, Mikolai Marcin Przybylowicz, que si bien sonó sencilla y típica en los tonos épicos, hay que reconocer que en los melódicos cobraba vida y ofrecía tonalidades frescas y coloridas, llenas de momentos bellos y delicados.

Durante el concierto, el principal valedor del mismo, James Fitzpatrick, fue premiado con el Galardón Antón García Abril por sus contribuciones en la conservación de la música de cine a través de su sello discográfico Tadlow y los conciertos.

Allí, antes y después, viejos conocidos de mismos y diferentes festivales, Jaume, Ana, Jesús, Javier Esteve, Gori, Chisca…un largo etcétera con los que posteriormente nos tomamos unas copas, hablamos desenfadadamente de esto (bandas sonoras) y aquello (si, hay vida más allá de la música de cine en un festival que versa sobre ello).

Y colorín colorado, a la cama y rumbo a la rueda de prensa y el concierto de …

Espada y Brujería: Crónicas Sinfónicas de una Era Legendaria – Viernes 30 de Septiembre

El auditorio de Santa Cruz nos esperaba tras casi media hora de caminata cuesta abajo bajo un sol de justicia y sin una gota de agua hasta nuestro destino (con un par), y allí volvimos a ver a Manuel Díaz y Sagri, un encanto, y dio comienzo la rueda de prensa de Fimucité 11, donde se presentaron a todos los invitados: de izquierda a derecha, la mesa estaba conformada por Craig Stuart Garfinkle, Richard Bellis, Eimear Noone, Diego Navarro, Carlos Alonso (presidente del Cabildo), Trevor Jones, Aurelio González (vicepresidente de Cultura de Canarias), Atli Örvarsson y el Mikolai Marcin Przybylowic.

El primero en ser presentado, fruto de la colaboración entre Fimucité y el Festival de Krakovia, es el compositor Mikolai Marcin Przybylowic, quien agradece la oportunidad para poder disfrutar de Fimucite y el que su música pueda ser interpretada en concierto, a quien le sigue Atli Örvarsson, quien comenta que ya había estado aquí de vacaciones hace año y medio, citando su trabajo Season of the Witch (En Tiempo de Brujas, 2011), una composición que podremos escuchar a la noche y para la que el compositor tuvo que preparar una suite.

Le sigue Craig Stuart Garfinkle, quien ha venido con su mujer, Eimear Noone, también invitada al festival (quien dirigirá el concierto de la noche del viernes), ambos agradecidos por la invitación, y de quienes escucharemos también dos trabajos suyos respectivamente a la noche.

Cuando le toca a Richard Bellis, una auténtica eminencia en el ámbito de la formación musical para compositores, expresa su alegría de que al fin, 27 años después de su trabajo en la miniserie de It (que le reportó un Emmy), pueda al fin escuchar su música en un concierto de música para películas de Stephen King en forma de suite, hablando también de las Master Class que da para el mundo del medio audiovisual.

Finalmente, es Trevor Jones quien cierra las presentaciones, emocionado por la invitación y disculpándose por no saber hablar nada de español (al parecer tuvo un abuelo español), hablando de la música de cine, de compositores actuales (nombra a uno de sus discípulos, Steven Price, quien se alzó con el Oscar por Gravity) y destacando la importancia del apoyo institucional, completamente fundamental, para estos eventos y para las nuevas generaciones.

Tras las presentaciones, cierra el ciclo Diego Navarro quien desvela varias anécdotas francamente interesantes, entre ellas la reconstrucción de oído, nota por nota, de la partitura de Misery de Marc Shaiman para hacer una suite.

Al parecer contactaron con el compositor, quien afirmó no tener material de ningún tipo de aquel trabajo; fue su primera asignación cinematográfica en Hollywood y no conservaba material alguno para poder ofrecer a Fimucite.

Así que el equipo técnico de Fimucite, Diego Navarro al frente, construyó la suite de Misery y se la envió a Marc Shaiman, éste, literalmente, alucinaba y agradeció enormemente el esfuerzo realizado.

De  igual manera, para el tristemente fallecido Daniel Litch, quien de no haber muerto hubiera estado invitado al festival, se tuvo que hacer una reconstrucción para la música ofrecida en Thinner (Maleficio, 1996).

Finalmente, se hacen mención a los Premios Fimucite-Antón García Abril que se entregaran durante el festival; a los ya otorgados a Fabio Frizzi y James Fitzpatrick, se otorgarán dos más, uno a título póstumo a Daniel Litch (ya el año pasado se hizo lo mismo con Shirley Walker) y otro para Trevor Jones.

Finalizado el evento, y tras saludar a viejos conocidos (Manuel Díaz, Pedro J. Mérida…) nos desplazamos fuera para realizar algunas entrevistas que os ofreceremos en breve, y acto seguido a comer y prepararnos para el concierto de la noche, un concierto que ofreció un auténtico lleno ( la temática, de corte popular, animaba a ello).

El programa, si ya parecía quizás excelso, se quedó corto cuando el concierto alcanzó su cuarta hora de duración (decir que la música de Conan the Barbarian fue una suite, sería faltar al respeto a Basil Poledouris… prácticamente podría decirse que se interpretó el disco entero aquel famoso de Milán Records, por poco vamos).

Y pese a que todo fue un puro derroche sinfónico para el disfrute del público, un auténtico deleite para el amante de la espada y brujería de toda la vida, la duración, sin lugar a dudas (algo generalizado entre todo el público) fue el verdadero talón de Aquiles del concierto.

Que estés oyendo una de las mejores bandas sonoras de la historia, Conan The Barbarian (Conan el Bárbaro, 1981), y que estés, con todo el cariño del mundo dicho, deseando irte a cenar o simplemente a descansar, es una pena. Servidor fue de los que disfrutó cada minuto del concierto, pero jamás un concierto debe durar tanto, y es que muchas de las suites interpretadas, muchas de invitados al festival (como los videojuegos de Craig Stuart y Eímear Noone o el Season of the Witch de Atli Örvarsson) duraban casi diez o quince minutos, y sumando todo al repertorio fuerte del concierto provocó una auténtica saturación por duración.

Por otro lado, se echaba de menos más música de Willow en compensación o trabajos del género olvidados (como Krull, de James Horner).

Decir que la duración fue el único talón de Aquiles es, por otro lado, una buena crítica, porque la ejecución musical del concierto fue excelente a través de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, dirigida por Eímear Noone.

El Red Sonja (El Guerrero Rojo, 1985) de Ennio Morricone, fue genial, todo lo interpretado de Basil Poledouris fue una animalada (lo de Conan the Barbarian fue sublime… The Orgy, el Main Title, el tema de amor, el clímax final… aquí la sección coral con el Tenerife Film Choir fue un escándalo, dirigido por Javier Jonás Díaz), y mucho espectáculo, puro espectáculo, como el cierre de la parte I con la música de Queen y Michael Kamen para Highlander (Los Inmortales, 1986), donde Cristina Ramos se despachó a gusto tres canciones (una repetida a modo de cierre) de Queen, Princes of the Universe y la bellísima balada Who Wants to Live Forever, todo pasión y corazón, con un vozarrón que aún depararía más sorpresas en el cierre del concierto, interpretando el A Hero Comes Home del Beowulf (2007) de Alan Silvestri (cuyo breve pero potente tema central abría el concierto).

También destacar, como novedad, la música del británico Daniel Pemberton (invitado a Fimucité) para la macarrada de King Arthur (Rey Arturo, 2017) de Guy Ritchie, cuyo tema central, lleno de ritmos modernos y tonos más clásicos despertó el entusiasmo entre gran parte del público, entre ellos yo, que disfrutó de la película como un enano, pese a sus excesivas licencias.

Y espacio para el amante ochentero también hubo (quizás no tanto para el más clásico), donde nos encontramos con el genial Lee Holdridge y su The Beastmaster (El Señor de las Bestias, 1982) o el The Sword and the Sorcerer (Cromwell, el Rey de los Bárbaros, 1982) de David Withaker.

Y ya de remate, teniendo a Trevor Jones de invitado, la apertura de la parte II fue todo un deleite para los que amamos la música del sudafricano; la obligada The Dark Crystal (Cristal Oscuro, 1983), tercera vez que escucho esta joya en concierto (segunda este año, y no me canso), una de las mejores bandas sonoras de los ochenta, la maravillosa música para la miniserie de Merlin (1998), uno de los mejores temas de Trevor (éste, junto con el de The Mighty, me derrite) y la premiere mundial de su primer gran trabajo, el Excalibur (1981) de John Boorman, donde destaca la instrumentación musical de época, muy medieval, que fue maravillosa, con la única pequeña pega que en algunos cortes el tiempo musical era demasiado lento, y aún así me encantó (el tema de la boda, alguna pieza de baile medieval, el tema central).

Lo de Trevor Jones fue de enmarcar, quien recibió el Premio Fimucite-Antón García Abril tras subirse al escenario a dirigir la pieza de Merlin (un lujazo).

Y sería injusto olvidarnos de los Premios de la Crítica, donde el ganador (par servidor con justicia) fue el compositor Pascal Gaigne por su trabajo, doblemente, en El Faro de las Orcas y El Olivo (esta última nominada a la última edición de los Goya). De ambos trabajos pudimos escuchar dos suites que recogían perfectamente el sentir de la música del Maestro, que mediante un video disculpó su presencia y agradeció los premios con humildad, afirmando que él pensaba que no eran los mejores trabajos del año (te equivocas Pascal, si son dos de los mejores trabajos del pasado año, de lejos).

Y con más sueño que hambre, nos fuimos a dormir y preparar el cuerpo para los terrores surgidos de la mente de Stephen King al siguiente día, en…

Galería Nocturna de Stephen King – Sábado 31 de Octubre

El Sábado, que aún nos depararía una divertida entrevista con el genial Daniel Pemberton (todavía conectando con la realidad tras el concierto nocturno y la noche tinerfeña), contendría el acto de clausura del Festival en la tarde-noche, un concierto que tendría como principal protagonista las Pesadillas surgidas de la mente y la máquina de escribir de Stephen King.

Siempre lo he dicho, y no me cansaré de repetirlo; con apenas 12-13 años, ya desde pequeñito, me aficioné a Stephen King leyendo Carrie (su primer libro) y así hasta hoy, devorando sus libros y viendo cada una de sus películas (la primera, también casualidad, el Carrie de Brian de Palma).

De alguna manera, el escritor estadounidense fue mi despertar hacia la madurez, donde pesadillas y terrores de todo tipo invadían mi ser para quedarse dentro, muy dentro, propiciando que mi mente se alimentara y reproduciese relatos de terror que me poseían en la vieja máquina de escribir de mi madre (todos ellos ligeros y muy propias de un joven chico que amaba el género), o incluso garabateando en libretas de todo tipo (bendito ordenador ahora, que le resta cierto encanto a todo).

Así que, ver como con cada pieza del concierto se visionaba una porción de algún párrafo de cada una de las novelas de Stephen King que se interpretaban en concierto, me provocaban gozo; desde Carrie a The Green Mile, pasando por The Shining, Salem´s Lot, The Dead Zone, Misery, It o Shawshank Redemption.

Incluso como el coro en The Shining (El Resplandor, 1979) reproducía las terribles voces de las niñas muertas en los pasillos del Overlook con su mítico Come and Play with Us, Danny… for ever, and ever, and ever… Daba rollo, vamos.

Incluso la complicidad en The Elevator Shaft (Campo de Batalla), la mejor historia de Pesadillas y Alucinaciones con un gran William Hurt, que cerraba la parte I, y donde la orquesta tocaba en directo para el desenlace del capítulo, efectos especiales y voces incluidas.

El concierto, digámoslo así (anticipado por Diego Navarro en una entrevista que realizamos un día antes), comenzaba desde lo más duro y oscuro hasta lo más luminoso y melódico, intentando acabar con algo de buen rollo, con esperanza (después del largo túnel, ese que John Smith visita en The Dead Zone, hay luz).

Por si quedaba dura, fuera de programa, Cristina Ramos (emulando a Brian Johnson) y la orquesta transformada en una extensión cómplice de AC/DC, nos deleitó con Rock & Roll del bueno para esa ida de pinza de serie B llamada Maximun Overdrive (La Rebelión de las Máquinas, 1986 ), dirigida y escrita por Stephen King, a través de la genial Who Made Who.

Ni que decir tiene que Cristina levantó al público (Trevor Jones estaba en pie y aplaudiendo hasta el final, todo un señor), aunque antes nos aterrorizó con la apocalíptica música de Dead Can Dance, cuyo canción, The Host of Seraphim, fue usada en la brutal The Mist (La Niebla, 2008), dirigida por Frank Darabont y cuyo uso en el clímax final le confiere un toque terrorífico y opresivo.

En contraposición, Fran León ofreció desenfado y buen rollo en la Parte II con su versión del Stand by Me de Ben E. King para Stand By Me (Cuenta Conmigo, 1986), dirigida por Rob Reiner, quien repetiría en el universo de King con la genial Misery, cuya excelente música de Marc Shaiman había escuchado una y otra vez en aquel CD de la extinta casa discográfica Bay Cities, música que en concierto sonó espectacular.

La duración del concierto ya fue la acertada, rondando las dos horas y poco, más equilibrado y homogéneo, y el único pero, por lo que pude ver y oír del público en general y de algunos aficionados a la música de cine menos acérrimos a estos paladares, es que quizás fuera un concierto duro. Para mi gusto no, pues sabía lo que quería escuchar, y lo escuché.

Especial mención al bloque de apertura del concierto, emotivo homenaje por parte del Festival a Daniel Licht, cuya música sonó espectacular. Si no puedo ser objetivo con Thinner (Maleficio, 1996), cuya música, muy Christopher Young (genial el tema de los gitanos),  menos con las suites de sus películas en The Children of the Corn para la segunda y tercera entrega, terroríficas e intensas (lástima no haber escuchado los Main Titles originales de Jonathan Elias para la primera entrega, o la música de Jay Chattaway para la interesante obra licantrópica Silver Bullet, sin olvidarnos de Patrick Doyle y su espectacular Needful Things, pero todo no se puede pedir).

Emocionado, tras acabar de interpretar la música de Daniel Licht, Diego se giró y señaló al cielo, dedicando las piezas interpretadas. Era solo el brillante, casi nada, broche de apertura para el concierto, al mando de la batuta de de Diego Navarro con la Orquesta Sinfónica de Tenerife, y con el Coro de Voces Blancas del Conservatorio de Santa Cruz de Tenerife (el maestro de coro era Juan Ramón Vinagre).

En cuanto a cosas que te tocan, cosas que algún día dirás: “Hey, yo escuché esto en concierto, tío”, no puedo dejar de citar el Carrie de mi Pino Donaggio (debilidad absoluta la suite entera, incluyendo el momento del baile de la graduación y el enfrentamiento con la madre), los Main Titles de The Dead Zone de Michael Kamen (parte indisoluble de mi infancia, libro-película-banda sonora), el sonido Young, Chris Young de The Dark Half (La Mitad Oscura, 1993) o el Pet Sematary (Cementerio de Animales, 1989) de mi idolatrado Elliot Goldenthal, un tema central tan inocente y angelical como inquietante y perturbador.

Y para cerrar, doble aplauso para la brutal suite de Richard Bellis y su IT, así como las piezas elegidas de uno mis compositores preferidos, Thomas Newman, para sus dos colaboraciones con Frank Darabont: la genial The Green Mile (La Milla Verde, 1999) y la brutal The Shawshank Redemption (Cadena Perpetua, 1994).

Acabado el concierto, a la salida del mismo felicitaciones y despedidas con todo el mundo. Manuel, Sagri, Vanesa, Diego, Pedro, Trevor, incluso el bueno de Mikael Carlsson que estuvo allí, con quien charlamos de todo un poco.

Lo bueno, si dos veces breve, bueno. Quizás no fuera todo lo breve que pudiera haber sido el concierto del viernes, pero si que fue bueno, muy bueno, y Fimucite, como el año anterior, rayó a un nivel espectacular: protocolo, calidad, puesta en escena, seriedad… todo funciona engrasado, como un reloj suizo, solo que una hora menos.

El domingo sirvió de descanso y jornada reflexión, con el pensamiento puesto ya en una cosa: queda un día menos ya para la siguiente edición de Fimucite.

Enhorabuena a todos y a por la doceava.